abril 21, 2008

TEXTOS SOBRE LA EXPOSICIÓN

Recuerdo que antes los cines abrían y cerraban su pantalla con un gran cortinaje rojo, heredero de escenarios teatrales que la nueva tecnología no lograba sustituir. Hoy ya no se usan, su belleza y presencia incapaces de superar su inutilidad. Esa teatralidad es un aspecto fundamental y constante en mi obra. En 1996 tuve una exposición en el Palacio de Bellas Artes titulada “El Teatro de la Memoria”,donde proponía que la pintura es para mí todavía un teatro mágico, espejo de ilusiones y ventana de vistas ficticias pero cautivantes. Las telas, cortinajes y paisajes pintados de los primeros teleteatros y de los estudios de fotografía frente a los cuales se desplegaban las escenas del cine y posaban los modelos, pueden ser también propiedad de la pintura.

En mi serie de “Diluvios” seguí con esta idea y ahora en “Cortinas” el aspecto ilusorio de lo pintado resalta las calidades pictóricas de la obra. Las cuatro primeras Cortinas hacen referencia a un gobelino del siglo XVI donde dos columnas con forma humana enmarcan un paisaje donde se lleva a cabo una escena, en este caso Alejandro Magno con cautivos, mientras que abajo un cuerno de la abundancia escupe una variedad de objetos. De esta forma, dos figuras enmarcan un paisaje lleno de objetos: todos los géneros de la pintura tradicional se reúnen frente a la cortina de lo pictórico. Un año después de comenzar la serie me encontré en un libro de la editorial Taschen (Alquimia y Mística) una escena que resumía perfectamente lo que estaba haciendo: la pareja alquímica, cada quien en una esquina de un paisaje, muestran la unidad de los puestos, el esposo rojo (el sol) y la esposa blanca (la luna). La inconsciencia de estas referencias en la producción de la obra no resta su relevancia.

¿Y el humo?...en lo cines de antes, en todas partes; hoy, en sitios cada vez más restringidos. Pero el humo, hoy tan vilipendiado, ha sido siempre un símbolo de lo inaprensible, de lo fugaz, de lo pasajero, pero también de todo aquello que no podemos ver ni atrapar pero que justifica lo tangible. El chamán de los indios americanos fumaba tabaco para construir las columnas que sostienen al otro mundo. El humo es también una cortina que vela y devela la magia del otro lado. Comola pintura.

Luis Argudín
Febrero 2008, San Miguel Xicalco


DURANTE LA MESA REDONDA, 19 de abril de 2008

La pintura de Luis Argudín es a la vez gozosa y reflexiva: combina el deleite del quehacer artístico y del disfrute visual con un planteamiento pictórico que roza justo el borde de cuestiones existenciales profundas, y lo hace sin perder jamás el sentido del humor. Porque en primer lugar su obra es un jolgorio: celebración de la vida plasmada en pintura; celebración de la pintura plasmada en el cuerpo del hombre y la mujer; celebración del cuerpo humano como vehículo de la vida, que antes que enigma es milagro.

En sus cuadros se percibe siempre un regocijo creativo en la generosa aplicación del óleo, en la cultivada manera de lograr las sombras y los volúmenes a partir del atinado manejo y manipulación del color, en las recurrentes referencias al cuerpo desnudo. Dentro de esa suerte de teatralidad o de montaje escénico que parecen connotar los elementos de las composiciones, los cuerpos ostentan su contenido erótico a partir de la sensorialidad visual, y de este modo se yerguen como contrapunto a las alusiones existenciales implícitas en la obra.

El cuerpo es el vehículo de nuestras acciones y de nuestras pasiones, y es en este sentido que los cuadros de Cortinas y humo representan nuestro estar en este escenario vital cuyo guión vamos improvisando día con día. Las cortinas aluden a nuestras referencias en el espacio: se pliegan y se adaptan a nuestras necesidades ilusorias, nos dicen dónde nos encontramos, qué es lo que nos rodea. El humo, por otro lado, comparte su carácter fatal con el reloj de arena: nos remite al tiempo que fluye, al presente que se convierte en pasado que se convierte en ceniza, igual que nosotros en polvo.

Los cuadros de Argudín son puesta en escena, apuesta en esencia: parecen recordarnos que somos simplemente actores representando el papel de nosotros mismos en la tragicomedia llamada Vida; nos muestran que la percepción es una ilusión, y que habrá cosas que permanecerán aquí cuando la temporada termine y nosotros debamos marcharnos.

Gonzalo Vélez
Marzo 2008

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